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Al vuelo de anduriñas

Los juegos y las terapias de Alejandro Jodorowsky

Alejandro Jodorowsky (@alejodorowsky) cumplió este mes 91 años de edad. Yo, el día de hoy, cumplo 50. Es un cierto juego con los números lo que nos define, nos perfila, nos ubica culturalmente. Las palabras y los números tienen y cumplen esta característica tan humana.

Por la mañana escribí a algunos amigos y familiares que el 2020 es año bisiesto. Febrero tiene 29 días. Y hoy es 20 del 02 del 2020. Lo que significa que es una verdadera fecha binaria: 0 y 2: 20022020. Aunque en sentido estricto no es capicúa, que sí lo fue en el 2002, con reconocimiento del pánico arrabaliano con postal de por medio, celebro pánicamente la multiplicación por dos de 25 (años).

Estas palabras un tanto auto encomiásticas, o esotéricas, como las calificó una buena amiga, obedecen más a un juego que a una descripción cierta, apuntan a un ludismo pánico, donde el binarismo, por ejemplo, es más un trompe-l'œil que una verdad cierta.

Dicho de otra forma, mi comentario, mi número de cumpleaños -y el de Jodorowsky- es una máscara, es una hermosa convención cargada sólo de significado y sentido si se le da sentido y significado. Considero que los cumpleaños, y los festejos de cumpleaños, no deberían existir, al menos no como los concebimos.

Cada año de vida es un don; pero no es uno mayor al de la muerte que llega en el momento preciso. Lo mismo es una calamidad si el cuerpo y la mente (difícilmente se mueven por separado) están atrofiados o si la muerte llega violenta e inesperadamente, contra todo deseo razonable.

Hace 19 días escribí sobre mi experiencia en una sesión con la DJ Ellen Allien (en el capicúa 02022020); ese día comenzó lo que denominé "mis festejos", a lo que Vero llama mi "Jubileo", el grito de alegría y la edad de la jubilación según algunas tradiciones judías. Además, dicen que el oro es el metal de los cincuenta, lo que la plata es a los veinticinco (opto por dos veces plata). 

Y para continuar, el pasado domingo 16 fui conducido a una representación de "El juego que todos jugamos", de Jodorowsky. No cometeré la impericia de contarles de lo que se trata; primero, porque tiene representándose en México cincuenta años, desde 1970, y quien no la ha visto, seguramente la verá; y segundo, porque es irrelevante, hasta cierto punto, saber o decir cuál es su asunto. Huelga decir que en todos estos años la obra del creador de El Topo (1970) fue detectada por algunos de mis sentidos desde que tengo uso de razón: en las marquesinas de Insurgentes, en los periódicos, en la radio y, eventualmente, entre amigos o enemigos (del creador, no míos).

Le atribuyo al azar que la obra y yo tengamos la misma edad; y le otorgo a la libertad de tránsito (y el haber recibido una invitación conmemorativa) haberla visto finalmente.

Conocí el trabajo de Jodorowsky mucho después por sus películas y algunos libros, que he ido royendo con paciencia, desde los Juegos pánicos (gracias a Humberto Delgado), la Psicomagia. Una terapia pánica (1995) y Donde mejor canta un pájaro hasta sus películas más sonadas y accesibles (la ya mencionada, Santa Sangre (1989), Fando y Lis (1967), La Montaña Sagrada (1972).

Y precisamente en aquel 1995 conocí a Jodorowsky en la presentación de su Psicomagia, donde aborda esa mezcla particular de psicología y actos pánicos, entendidos como aquellos actos personales cargados de significado con un fin curativo: hablar no es suficiente, actuar pánicamente (actos extremos, no pocas veces dolorosos) es indispensable para curarse.

Como digo al comienzo, una especie de azar pánico casi "capicuano" me reunió con Alejando, su trabajo de medio siglo de vida me provocó volver a mis años de la carrera en letras y mi tesis (saludos a Claudia Kerik) donde lo conocí junto al mágico Roland Topor y al Sátrapa Patafísco Fernando Arrabal (@arrabalf, a quien recurrí como motivo de mis ideas en formación sobre la literatura, el arte, la vida, y a quien conocí y entrevisté no sin su generosidad en París un par de ocasiones, y donde platicamos precisamente de los años de formación del Movimiento Pánico y la estrecha relación que Alejandro y él, Fernando, tienen hasta el día de hoy.)

¿Tengo pendientes con Alejando Jodoroswky? Él es un hombre-arte. Un humanista en el sentido clásico del término, pero también es un sujeto medieval, un integrador de saberes, un buscador permanente de sabiduría y un canal de conocimiento. Lo que tiene lo da. No por ello, o precisamente por ello, es considerado un charlatán, un improvisado, un nigromante, un simple provocador. Pero ahí radica precisamente su virtud.

Decía, ¿pendientes con él? Sí. Muchos. Uno de ellos, quizá el más importante: no he podido asistir a su "Cabaret Místico" en París: "Comencé a dar conferencias gratuitas los miércoles -anota AJ en su Cabaret místico (2008: 10 )-. Por sentido del humor, las definí como un servicio individual de salud pública. Me propuse realizar durante hora y media una terapia colectiva, aplicando el resultado de mis búsquedas teatrales... fiel a mi decisión, sin abandonar nunca, he dado estas charlas con la sala del dojo [recinto sagrado para el entrenamiento de karate] llena, durante más de veinte años."

Alejandro Jodorowsky (@alejodorowsky) cumplió en este mes 91 años de edad. Yo, el 20 de febrero cumplí 50. Leerlo nuevamente, leer lo que no he leído de él será una de mis mayores alegrías al menos este año del señor dos mil veinte.  

Coda referencial:

Paco Vásquez @asiriax   

FRANCISCO VASQUEZ